PREGUNTAS FRECUENTES
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¿Qué es un probiótico?
La OMS define probiótico como “microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para la salud del huesped. ”
¿Cómo se identifica un probiótico?
Una cepa probiótica se identifica, por su género, especie, y una designación alfanumérica. Ponemos un ejemplo: Bifidobacterium Lactis W51. Los probióticos mejor estudiados y más utilizados hasta la fecha pertenecen a los géneros Lactobacilos y Bifidobacterias.
¿Qué requisitos que debe cumplir un probiótico?
Para que una bacteria sea considerada como probiótico y, por tanto, entender que actúa beneficiosamente en el organismo, debe cumplir una serie de requisitos:
No ser patógeno ni tóxico
Las bacterias empleadas como probióticos deben carecer de factores de virulencia. Además deben tener la capacidad de producir metabolitos que puedan alterar la salud del hospedador. En la práctica, los probióticos más utilizados son fundamentalmente lactobacilos y bifidobacterias, ya que no incluyen cepas patógenas y han sido reconocidos como organismos GRAS (Generally Recognized As Safe) y QPS (Qualified Presumption of Safety) por la Food and Drug Administration (FDA) y la European Food Safety Authority (EFSA).
Permanecer estable durante toda la vida útil del producto
Hasta hace unos años, la mayoría de los probióticos debían conservarse en frigorífico para garantizar la vida de estos microorganismos. Actualmente, disponemos de probióticos que han sido sometidos a liofilización, lo que aumenta su resistencia a los cambios de temperatura.
Estos probióticos pueden conservarse perfectamente a temperatura ambiente. Con ello se garantiza que el aporte de unidades formadoras de colonias al paciente es el necesario para conseguir un beneficio en la salud, durante toda la vida útil del producto.
Contener un número adecuado de microorganismos
Para poder ejercer el efecto deseado, debe existir una cantidad adecuada de microorganismos. Esta cantidad suele ser del orden de cien a mil millones de unidades formadoras de colonias (UFC) por dosis.
Esta cantidad debe estar garantizada para conseguir este efecto. Pero, a partir de aquí, no existe una relación dosis efecto.
Es decir, no por doblar el número de bacterias se consigue el doble de efecto. Y es que, una vez que las UFC son suficientes para lograr el establecimiento de esa bacteria a nivel intestinal, ya se consigue el efecto deseado.
No ser destruido por secreciones gástricas ni sales biliares
Las bacterias utilizadas cómo probióticos deben tener tolerancia a las condiciones del aparato digestivo. Es aquí donde ejercen su acción y se mantienen viables y funcionalmente activos en el tracto gastrointestinal.
Para ello deben ser resistentes a la destrucción por las secreciones gástricas y la bilis. También deben poseer la capacidad de adherirse al epitelio intestinal. Pero también la capacidad de colonizar el tracto gastrointestinal, aunque sea por periodos cortos de tiempo.
Tener una nomenclatura que especifique género, especie y cepa
Ya hemos mencionado anteriormente la necesidad de que las cepas estén totalmente identificadas a nivel de género, especie y cepa. Esto es debido a que los efectos beneficiosos demostrados en una cepa no son extrapolables y no se pueden atribuir a ninguna otra cepa, incluso de la misma especie.
Es también necesario que la cepa se encuentre depositada en colecciones de cultivo. El código alfanumérico que se encuentra al final de la denominación de la cepa hace referencia a la colección en la que está depositada y a su número de registro.
Tener evidencia científica de la acción de cada cepa en seres humanos
Las cepas utilizadas como probióticos deben haber demostrado sus efectos beneficiosos en humanos. Ya sean con estudios in vitro o con estudios clínicos a doble ciego, aleatorizados y controlados frente a placebo cuando sea posible.